Recuerdo el día que murió Kurt Cobain. Lo recuerdo a pesar de que aquel día de 1994 yo todavía no había cumplido los nueve años. No es que yo fuera una Tavi en versión música, en versión años noventa; lo que pasa es que yo tenía una prima, que ahora los modernos definirían como “Tomboy” fans de Nirvana y enamorada en secreto público de Kurt Cobain.
No tengo hermanos pero reconozco que echando la vista a tras, mis primos, que vivían en la misma planta del mismo portal que yo, pared con pared, han influenciado inmensamente en mi, sobre todo en cuanto a gusto musical se refiere.
En 1995, con diez años, cuando las más avanzadas de mi edad comenzaban a suspirar por Mark Owen y lloraban la marcha de Robbie, en lo que parecía el apocalipsis; yo sabía quiénes eran Nirvana, Perl Jam e incluso Oasis y Blur. Evidentemente, el que supiera la existencia de estos grupos no significaba que me gustarán. Yo por entonces estaba enamorada de Sergio, líder de Bom Bom Chip y tenía todas las cintas de la Onda Vaselina. Aquel calentamiento Pop degeneró Spices Girls y Backstreet Boys, pero ya en 1998 regrese a los sonidos que escuchaba al otro lado de la pared y poco han evolucionado. Me gusta la música, vivo obsesionada con las letras de las canciones pero no soy ninguna erudita.
Siempre he estado un poco obsesionada con Nirvana y la estética grunge, no la de Kurt, sino la de Courtney, combinaciones, lencería vista, babydolls y eyerline negro, muy negro. Uno de los primeros CD que me compré fue Nevermind que me costó 2995 pesetas, y hubo un tiempo en el que tras escribir “Un milagro en equilibrio” y sobre todo “Courtney y yo”, Lucia Etxebarría pasó a ser mi autora de cabecera. Aquello me duró cuatro meses. El tiempo que tarde en leerme su obra hasta entonces publicada y darme cuenta que en realidad es una feminista trasnochada, atormentada por su cuerpo y con multitud de complejos. Aún así con la Etxebarria me ocurre una cosa extraña, no la soporto, me parece déspota y petulante, pero leo todo lo suyo que cae en mis manos. Me ocurre lo mismo con Balmain, el Voguetterio y Carmen Lomana. Tendré que mirármelo.
Cuento esto porque es muy fácil ahora que vuelve a estar de moda el grunge, decir que tu siempre has sido fans. Es lo mismo que pasa con el arte moderno o como a mediados de la década con el vintage, de repente no es algo nuevo, todo el mundo es un entendido en un falso intento individualista del sentido del gusto. Lo mismo me ocurre con mi libro favorito: El guardián entre el centeno.
Tan fácil como nombrar actualmente a Jeff Koons artista de cabecera, es nombrar “El Guardían entre el centeno” como libro favorito y más hoy, que saldrán a la luz cientos de miles de fans de J. D Salinger que ayer nos dejó.
En un intento de buscar mi individualismo cimentado en razones propias, vivo en un mundo global y visual y soy fruto de una masiva cultura Pop, donde compramos lo que nos quieren vender, pero lo compramos porque creemos que lo queremos, sin darnos cuenta que en realidad quien quiere que lo hagamos es Miuccia Prada, Anna Wintour o Karla Otto, ya sea en Zara, Ulanka o Chanel. Por eso de original tengo poco, ya sea por Kurt o por Holden.
Holden y Kurt tienen mucho en común, es más, me atrevo a decir que Salinger y en alter ego Holden, fueron los primeros grunge de la historia, en versión burguesa años cuarenta. Atormentado y amargado, individualista, Holden, Salinger y Kurt.
Kurt se suicido tras venderse vía MTV y perder misterio y principios (aunque no sé muy bien que clase de principios tendría una criatura atormentada y bipolar como el señor Cobain), Salinger hizo suicidarse a Holden que no podía vivir en su amargura; Salinger simplemente ha muerto, de viejo, en su misterio, con sus rarezas. Descanse en paz.
FOTOS: “Grunge and Glory” Steven Mesisel, Vogue USA Diciembre 1992.
7 comentarios:
EL otro día se me metió la de Cuando crees que me ves junto a la pared y llevo toda la semana cantandola.
Nunca he podido con El guasrdian entre el centeno. Me parece un coñazo total. SUpongo que no me identifico con el protagonista.
Un abrazo
A mi tampoco me gusta Sallinger Alphonse. No estás solo. Y "El guardián" me parece un aburrimiento soberano.
Pero algo parecido me pasa con el grunge. No me gustaba nada en aquel momento las pintas. Y siguen sin gustarme. Puede que motivado por un compi del instituto que creía que eso de ser grunge incluía no lavarse el pelo (ni ducharse) para parecerse lo más posible con Kurt Cobain.
La música... pues algunas canciones si me gustan, pero sin ser la más fans del mundo mundial (ya sabes tú que yo soy más del "taingousvaisouslouli")
Querida, este post es para enmarcarlo, te lo he dicho ya muchas veces pero no por ello dejo de tener razón, que lo sepas.
Yo con Holden si que me identifico, en ocasiones sueño con ahorcarme y cosas así, lo mínimo es sentir simpatía por él.
Y el día que murió Cobain en mi clase un niño grunge se puso a llorar abrazado a sus revistas jevis, por supuesto llevaba camisa de leñador y botas de montaña.
¿Por qué me estoy encontrando a la Di en todos los blogs que visito hoy? :)
Curt Cobain ha marcado hasta el look de los chicos de ahora....leñadoras, jeans...botas semi rotas....yo he oido todas sus canciones desde pequeñita,...mi hermano era fan total.
buen post!
Al grunge creo que le estoy cogiendo manía. Bueno, la verdad es que nunca me gustó.
Yo tampoco soporto a Lucía Etxebarría...
Un beso!
pd. pero también me encantan los zapatos de plástico de Prada! jejeje
Salinger era un rollo de tío pero El guardián entre el centeno es absolutamente genial.
Hay que volver una y otra vez a Holden.
No nos lo cuentas pero te lo cuento yo. Marc Jacobs mandó a esta perla (Cobain) y a su señora su primera colección, aquella grunge que vendió a los grandes almacenes por excelencia, y estas dos prendas la quemaron porque ni era grunge ni nada. Qué genial es la señora Cobain. Lo contó hace unos años.
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